Una nota escrita desde Berlín por la reportera Judy Dempsey para el International Herald Tribune y que se publica el jueves pasado, revela que el talón de Aquiles para la emancipación energética de ese continente (y en algunos lugares de Asia) en el intento por sacudirse los altísimos precios de sus combustibles es la vinculación directa que existe entre los precios de la gasolina y el gas natural.
´Gracias a la presión de las gigantescas empresas de gas que hay en Europa, no hay competencia genuina en el sector', revela la autora de la Carta desde Europa que aparece en el periódico de referencia.
Al irse acabando paulatinamente las reservas del Mar del Norte, la UE se vuelve cada vez más dependiente del gas y petróleo importados, razón por la cual no se aborda mucho el tema, a pesar de que -como se ha visto en este mismo foro- Europa es un verdadero líder en políticas que fomentan la competencia en otros ámbitos.
En la Comisión Europea se calcula incluso que para 2030, más del 84 por ciento del gas sea importado, comparado con una cifra que es del 54 por ciento en la actualidad.
El principal problema es la cartelización de los proveedores sobre los cuales los europeos no tienen mucha influencia.
La paradoja, de acuerdo a Dempsey, es que no siempre fue así. A partir de la posguerra, el precio del gas se cotizaba a un descuento comparado con el petróleo, pues muchos usuarios contaban con la polsibilidad de alternar entre los dos productos. SIn embargo, y ante la ausencia de un mercado spot equivalente al petróleo para el caso del gas natural, los valores del mismo fueron asoci ándose al petróleo.
Los Estados Unidos han conseguido mantener ambos precios separados, debido al auge en el sector del gas, pero para la Europa de hoy la diversificación energética sigue siendo una aspiración, más que una realidad a futuro.
El uso político de la energía puede verse nítidamente en el caso de Rusia, al castigar al gobierno ucraniano con la suspensión del suministro, tal y como sucedió con OPEP contra los estadounidenses hace 35 años. Los europeos han buscado fuentes alternas de países tales como Azerbayán o Turkmenia, pero nada indica que estos países actúen de manera diferente que los rusos con Gazprom, o los proveedores argelinos de Sonatrach. Algunas naciones como España, Dinamarca y Alemania se han comprometido con energías renovables: la energía nuclear francesa podría ser otra alternativa que no suena muy viable, en todo caso Europa seguirá siendo rehén de las veleidades y los precios altos del gas y el petróleo por un buen rato.
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