TYRANNOSAURUS MEX
Pues todo parece indicar que sí...tal y como Verónica Gascón nos informa hoy mismo en este mismo diario, ya que -de acuerdo a un dictamen elaborado por la Comisión Federal de Competencia- el gigante mexicano de las telecomunicaciones ejerce poder sustancial en cuatro rubros relacionados con el servicio local en las áreas de servicio donde hay otros jugadores.
Para el caso de la terminación de llamadas fijas existe dominancia en virtud de la ausencia de otras opciones de enlace. "Los concesionarios cuentan con 20 días hábiles para presentar información que pueda cambiar la conclusión de la Comisión Federal de Competencia", sentencia la nota. Veremos con qué novedosos argumentos escurren el bulto los personeros de la joya de esta corona, cuyo valor total, según algunos cálculos, representa del 6% al 7% del PIB nacional. Situación por demás inédita en el mundo.
A casi dieciocho años que esta empresa cumpla su mayoría de edad en manos privadas, y a la luz de los resultados, vale preguntar si los facilitadores que la hicieron crecer y multiplicarse hasta llegar a niveles de fábula, efectivamente cumplieron a cabalidad con su aparente encomienda: a saber, la de tutelar el interés público y proteger al usuario. |
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A juzgar por los comentarios que disparan noticias como ésta, y que oscilan desde la más delirante teoría conspirativa hasta apologías dignas de la época del
Culto a la Personalidad: versión mexicana, lo cierto es que el tema sigue siendo generador de gran controversia.
Por nuestra parte, tendríamos que decir que la mesa estaba bien puesta en diciembre del 1990, y las condiciones muy dadas para que a un empresario con gran sentido de oportunidad y olfato para los negocios, le fuera permitido darse un atracón de proporciones inimaginables a expensas nuestras, ante la dócil y timorata sombra de autoridades cuya única función parece haber sido la de hacerle mucho más digerible la tarea.
Porque Telmex y sus empresas asociadas horizontal y verticalmente, se han convertido en fábricas de dinero. Feudos cuyo crecimiento exponencial garantiza que no tengan que rendirle cuentas a nadie. Concesiones públicas pésimamente reguladas.
Ignoramos si hubo motivos ocultos a la hora de favorecer al grupo comprador.
Esta cuestión forma parte de nuestra mitología urbana, y tendrá que dejarse en otras manos. Lo cierto es que la historia se declaraba lista para producir un Frankenstein transnacional de alcances insospechados, porque de las altísimos costos y rentas que tuvimos (y tenemos) que pagar, fue configurándose
una maquinaria con redes extensísimas, con control efectivo o participación en cientos de ámbitos paralelos y que difícilmente va a obedecer las indicaciones de árbitro alguno que pretenda frenar su avasallador paso.
Telmex (monopolio con grandes claroscuros) es el precio que hemos tenido que pagar decenas de millones de rehenes, para que uno de los nuestros:
El Verdadero Innombrable, como lo llamó Denise Dresser en una de las numerosas entregas
dedicadas a este personaje de
nuestra vida pública y privada, asciendiese sin pausa (y gracias a nuestra condición de súbditos leales), a las Ligas Estratosféricas.
Ése es el verdaderos legado del salinismo, y a pesar de que algunos operadores de la privatización siguen negando los términos de su irresposabilidad, la evidencia en contrario
es verificable en un entorno globalizado, y muy clara.
Padecemos al gigante. Sin duda nuestra indefensión ayudó a subsidiar la creciente engorda de un emporio que asfixia la competitividad y representa un porcentaje cada vez más elevado del gasto de las familias mexicanas. Al estilo de
las privatizaciones rusas, las ventas de empresas estatales a precios de remate y la consolidación de una oligarquía sin reglas claras, nos encontramos en un escenario donde -si bien es cierto que el servicio y la infraestructura en telecomunicaciones muestran una notable mejoría, quién puede dudarlo- los enormes perdedores hemos sido todos los usuarios de este servicio, pero en primerísimo lugar
los Consumidores más desfavorecidos. Visto con sentido común y sin sobresaltos, podemos opinar que el costo ha sido intolerablemente alto.
¿Será bueno que (independientemente de sus aparentes virtudes) un solo agente económico concentre tantísimo poder, impida la innovación (o la quiera instrumentar a su propio ritmos y en sus términos), y represente un freno tan visible a la competencia plena, en un país con instituciones tan frágiles como el nuestro?
¿Valdrá tanto la pena tener a algunos operadores medianos y chicos: digamos, luchadores de sumo telefónicos, con lo que ésto implica en términos de escala, diferencias de tamaño, dimensiones y peso específico,
librando una desigual batalla contra el Monstruo Mutante de las Comunicaciones?
Por eso lo que pase con esta resolución de Cofeco es muy importante, pues nos dará la pauta de los conflictos por venir...que terminarán afectándonos a todos nosotros.
(Fuente: Google Images)