Los servicios en México como la energía eléctrica son deficientes, y en casos de afectación al cliente las empresas monopólicas que lo proveen se caracterizan por su opacidad.
Parte del problema radica en que las mediciones las realiza unilateralmene el proveedor, sin que exista en nuestro país la menor posibilidad de que el consumidor adquiera e instale en su casa o negocio otro equipo debidamente normalizado (donde se constate si la lectura oficial es efectivamente la correcta), y que constituya prueba plena en caso de inconformidad manifiesta.
Añádase a esta indefensión, el hecho de que los aparatos medidores (muchos de los cuales tienen décadas de haberse colocado, sin verificarse desde entonces), los produce y provee desde siempre un monopolio privado, bajo la atenta supervisión de un sindicato dedicado a la extorsión y la componenda, y veremos por qué nuestra infraestructura es de las peores del mundo, con niveles abismales de satisfacción al cliente y abusos múltiples que constituyen la regla.
Los consumidores necesitamos tener acceso a mecanismos paralelos de medición, y ser interlocutores con voz y voto en la elaboración de Normas Técnicas: tarea hasta ahora encomendada al organismo gubernamental correspondiente, junto con las empresas íntimamente involucradas que también son juez y parte. Ésta es una exigencia inaplazable de millones de usuarios en nuestro país.
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