Autor: Mauricio Torres / Fuente: El Universal |
Domingo 24 de mayo de 2009. Asociaciones civiles promotoras de las acciones colectivas —figura jurídica conocida en países anglosajones como class action— alertan que la iniciativa en la materia aprobada en la Cámara de Diputados el 23 de abril se aleja de la propuesta original, al grado de ser un retroceso en el derecho ciudadano de acceso a la justicia.
Daniel Gershenson, presidente de Alconsumidor, una de las impulsoras del primer documento, narra que éste fue presentado al Congreso a inicios de 2008.
Planteaba una reforma al artículo 17 constitucional, con el fin de instaurar este mecanismo, mediante el cual organizaciones o grupos de personas podrían unirse para demandar a instituciones públicas o privadas que cometieran fraudes o abusos contra una colectividad, como cobros indebidos en telefonía, televisión por cable, tarjetas de crédito o energía eléctrica, viajes en avión no reembolsables, promociones engañosas o mercancías con defectos.
El objetivo era que los ciudadanos afectados por el consumo de algún producto o servicio pudieran exigir en conjunto la reparación del daño y así evitar que sigan ocurriendo arbitrariedades.
Sin embargo, el dictamen aprobado por unanimidad señala que los derechos colectivos “solamente podrán establecerse en materia de protección al consumidor, usuarios de servicios financieros y protección al ambiente”, y “podrán ser ejercidos por los órganos del Estado competentes, por sí o a petición de los interesados”. También estipula: “Los jueces federales conocerán de manera exclusiva sobre estos juicios”.
Así, sólo tres dependencias estarían facultadas para promover acciones colectivas: la Procuraduría Federal del Consumidor , la Comisión Nacional para la Protección y Defensa de los Usuarios de Servicios Financieros y la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente.
Para Gershenson, tal limitación es preocupante, pues las personas que recurrieran a este mecanismo se verían obligadas a actuar a través de instituciones que no se han caracterizado por sancionar abusos, y sólo podrían hacerlo en ciertos temas, mas no en otros como salud, educación o patrimonio cultural. La federalización del proceso, además, “no solamente es una reivindicación del statu quo sino que es un retroceso muy grave, porque cualquier esfuerzo estatal o municipal queda anulado”.
El camino de la iniciativa
En noviembre de 2007, explica Gershenson, luego de un seminario en el Instituto Tecnológico Autónomo de México, el senador priísta Jesús Murillo Karam y el diputado perredista Juan N. Guerra mostraron interés en promover las acciones colectivas. Desde entonces se buscó revisar la experiencia de países como Estados Unidos, Brasil, Colombia, Chile o Costa Rica.
A principios de 2008 la iniciativa llegó al Congreso. Documentos similares fueron presentados en sus respectivas cámaras por ambos legisladores, con el fin de alcanzar una reforma constitucional y luego leyes secundarias.
Gershenson enfatiza que con esto también se favorecería a los empresarios escrupulosos: “Los únicos que pueden oponerse son los que han hecho del abuso su estrategia de negocios”. Pero el texto, como se esperaba, encontró resistencia.
La cúpula del Consejo Coordinador Empresarial y una parte del gobierno federal, asegura, rechazaron las acciones colectivas con el argumento de que darían pie a demandas exageradas que golpearían la economía.
Juan N. Guerra confirma que empresarios de la banca y la telefonía y legisladores del PAN expresaron su preocupación por que este instrumento se convirtiera en un negocio para los abogados, por lo que se decidió que el Estado mantuviera la tutela sobre los derechos colectivos.
A finales de 2008, la iniciativa original quedó atorada en el Senado, mientras un dictamen alterno avanzó en la Cámara Baja hasta su aprobación en abril.
Diputados del PRD refutan que lo avalado sea un retroceso. “Las asociaciones tienen razón en cuanto a que no se aprobó lo que querían, pero en la Constitución no había nada, la figura no existía y ahora sí, cada paso es un avance”, afirma Raymundo Cárdenas. El propio Guerra señala: “Retroceso es que no tengamos derechos colectivos”, sostiene que el dictamen aprobado “es mejor que nada”, e invita a organizaciones a precisar qué aspectos creen son ignorados e impulsarlos en el Poder Legislativo.
Ahora que el documento ha pasado al Senado, más de 50 grupos civiles firman un manifiesto en el que exigen frenar “una iniciativa fast track que atenta contra los derechos colectivos de los mexicanos”. Suscriben también Sergio Aguayo, Denise Dresser, Lorenzo Meyer, Carlos Monsiváis, Patricia Mercado, Raúl Trejo Delarbre y Roberto Rock.
Francisco Valdés, experto del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, advierte que el documento aprobado por los diputados exhibe un acuerdo entre los tres principales partidos para que el acceso a la justicia permanezca en órganos del Estado, lo cual deja a nuestra legislación retrasada respecto de otros países.
La mayor consecuencia de impedir el avance de acciones colectivas, concluye, sería “detener el proceso de construcción de una democracia constitucional en la que todos podamos defender nuestros derechos. Esto perpetuaría la ciudadanía de segunda clase” a la que nos han condenado los partidos y sus líderes.