Fuente: El Economista
19 de Mayo de 2014 — Hace algunas semanas, recibí una comunicación de mi banco para informarme que las transferencias electrónicas a otros bancos —anteriormente sin costo— ahora generarán una comisión.
Esto me llama mucho la atención, ya que la banca electrónica genera importantes eficiencias, les reduce costos y riesgos. Evita el uso de cheques o que la gente vaya a la sucursal.
Incluso aquellos bancos que cobran una comisión mensual (que llaman “cuota integrada de servicios”) no consideran dentro de ésta algunos conceptos, como por ejemplo transferencias electrónicas a otros bancos, servicio que suele tener un costo adicional.
En cambio, sí incluyen cierto número de cheques gratis, lo cual pareciera no tener mucho sentido.
Este esquema de comisiones hace que a las personas les salga más barato escribir un cheque que hacer una transferencia interbancaria.
Para el banco, el costo también es mayor, ya que los cheques de otros bancos que se reciben como depósito se tienen que cobrar a través de la cámara de compensación.
Entre otras cosas, se verifica que tenga fondos, que la firma coincida, que el cheque no esté cancelado, etcétera.
En cambio, una transferencia electrónica no requiere ningún trámite adicional: puede quedar registrada y aplicada en unos pocos segundos, sin intervención humana.
¿No deberían los bancos incentivar las operaciones electrónicas? ¿No deberían dar incentivos a las personas que opten por recibir su estado de cuenta de manera electrónica? ¿Qué hay de los que prefieran transferencias que el uso de chequeras?
LA SEGURIDAD
DE LA BANCA ELECTRÓNICA
Muchas personas todavía piensan que hacer operaciones vía Internet no es seguro.
Desde mi punto de vista, es más seguro que hacerlo con la intervención de otra persona (como por ejemplo, el cajero del banco en sucursal, quien perfectamente puede darse cuenta del saldo que uno tiene en su cuenta bancaria y usar esta información para fines ilícitos).
Es cierto que existen vulnerabilidades, como en todo, pero sin duda la causa más frecuente de los fraudes somos nosotros mismos, quienes no tomamos precauciones básicas.
EL PROBLEMA
CON LAS CONTRASEÑAS
La mayoría de personas no utiliza lo que podríamos considerar como contraseñas seguras: combinación de mayúsculas, minúsculas, números y símbolos.
Por el contrario, muchos usan el nombre del perro, del hijo o de la esposa, incluso en ocasiones la fecha de su cumpleaños —es decir datos que pueden ser encontrados por simple deducción— como el password para acceder a información tan sensible como nuestras cuentas bancarias.
Muchos utilizan la misma contraseña para entrar al correo electrónico, a las redes sociales, a la computadora de la oficina o a su cuenta bancaria. Lo anterior puede hacerles más vulnerables, porque quien adivine u obtenga nuestra contraseña de alguna forma, podrá acceder sin limitaciones a nuestra información.
De hecho, cualquier hacker, en cuestión de minutos, puede adivinar una contraseña cuando está basada en alguna palabra (leída al derecho, al revés o incluso mezclada con algunos números o letras mayúsculas).
Lo mismo sucede con el NIP para cajeros automáticos: usamos nuestra fecha de cumpleaños, aniversario o los primeros dígitos de nuestro número telefónico. Éstos son datos fáciles de recordar, pero también de adivinar.
CUIDADO CON
LOS CORREOS APÓCRIFOS
Finalmente, queda la ingenuidad de muchas personas, quienes se alertan cuando reciben un correo de su banco diciendo que si no ingresan a su cuenta (a través de un link falso) y digitan su contraseña varias veces (incluyendo su token) la misma será cancelada y los fondos congelados. Y que caen en la trampa.
Protegerse es tan sencillo como llamar a nuestro banco o bien ingresar de manera directa (nunca a través de un link recibido de un correo electrónico de este tipo).
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