Fuente: El Economista
28 de Mayo de 2014 — Todos, en algún momento de nuestras vidas han utilizado alguna especie de crédito, ya sea por medio de tarjetas de tarjetas de crédito, con un crédito automotriz o una hipoteca. Incluso hasta en ocasiones se partica en tandas y entrado a los “guardaditos” que organizan los amigos.
El sitio de Comparabien.com consideró que todo eso está bien, sólo que hay que aprender a distinguir entre el crédito “bueno” del crédito “malo”.
Destacó que para lograr este objetivo hay que preguntarse: ¿para qué está pidiendo prestado el dinero? (Recuerde que usar la tarjeta de crédito es pedir prestado y luego hay que pagarlo) “la respuesta es obvia, pedimos prestado dinero porque no tenemos suficiente efectivo para lo que necesitamos o queremos en ese momento”.
Lo anterior aseguró lleva a las siguientes preguntas: ¿lo quiere o lo necesita?; ¿está pidiendo prestado porque quiere eso o porque lo necesita?
Informó que la diferencia entre el crédito bueno y el malo es que el primero debe ayudarle a conseguir una inversión a largo plazo, debe servirle para hacer un patrimonio, puede pedir un crédito para comprar una casa o pagar la maestría y el doctorado; “los simples mortales no andamos por la calle con la cantidad de dinero suficiente en el bolsillo (ni en nuestras cuentas) como para comprar una casa en efectivo, por eso, en estos casos, resulta bueno pedir un crédito”.
Por otro lado, destacó que tener un ataque de compras, por una depresión y pagar con la tarjeta de crédito es un claro ejemplo de un crédito malo ya que este tipo de créditos son préstamos que se asumen a corto plazo, por los que hay que pagar un interés y cuando lo termine de pagar serán autos, ropa, vacaciones u otras cosas que no darán la posibilidad de incrementar su riqueza.
Por último, concluyó que hay que tener en cuenta la diferencia entre gastar e invertir: gastar no aumenta nuestra riqueza, pero invertir sí.
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