No es de extrañarse, que en el debate público, que hoy emprenden los agentes económicos y políticos a propósito de las medidas que deben tomarse para que haya un acceso pleno a la justicia para nosotros(entrevistas, tomas de postura, declaraciones, artillería verbal igualmente críptica entre magnates y gobernantes, etc) , al usuario se le relegue a un plano de inexistencia, o bien -y en el mejor de los casos- apenas se le considere como una abstracción: uno de millones de súbditos sin voz ni voto, pero con la obligación de consumir bienes y servicios deficientes pero necesarios por los siglos de los siglos.
El debate sobre Acciones Colectivas y su implantación en nuestro país (completamente rebasado en Latinoamérica, donde estas mismas empresas hacen negocio y por necesidad aceptan sin problema reglas mucho más equilibradas de juego, con el fortalecimiento de la sociedad civil y mejora sustancial del comportamiento y sensibilidad corporativos que ésto conlleva), se da en condiciones completamente ventajosas para la industria y el gobierno que se ha esmerado en 'dejar hacer y dejar pasar', sin siquiera pensar en las consecuencias.
Existe una gran ceguera -interesada, paternalista- por parte de nuestras autoridades y las grandes estrellas empresariales. Hay un punto ciego donde las percepciones son que uno debe ser pasivo y aceptar la necesidad de seguir como estamos, a pesar de que persisten y se ahondan los problemas y afectaciones directamente imputables a estos proveedores que abusan sin medida, ante la certeza de que su comportamiento sólo se traducirá en utilidades cada vez más descomunales.
Si no se cree lo que decimos, favor de remitirse a las fallas en el servicio celular que invariablemente vamos a padecer DECENAS DE MILLONES de súbditos de Telcel si no hacemos algo al respecto, y que se inician en febrero del 2007, en abril del año en curso y quíen sabe cuándo en 2009, 2010, 2011, etc.
Porque de que van a seguir surgiendo problemas (seguidos por valientes declaraciones oficiales, y las demoras de siempre que no se traducen en nada: pura palabrería y teatro desvencijado), nadie debería dudarlo.
¿Realmente alguien se puede tragar el cuento de que (con los dados tan cargados a favor de los proveedores públicos y privados), se hará justicia? ¿No es acaso un sueño guajiro suponer que los que ostentan las grandes fortunas de repente van a dejar de exprimirnos hasta el más ínfimo centavo, y que los reguladores asumirán su verdadero papel: el de garantes del bien común, y el interés público?
Estamos ante la una de las más escandalosas oportunidades de consolidar fama y fortuna en la historia económica, ¿y vamos a esperar que los encargados de la Inmensa Ordeña se autolimiten?
¿O es que no tenemos memoria, o algún conocimiento elemental sobre la naturaleza humana?
Hacer estas preguntas no supone caer en el expediente fácil que le asigna a estos mismos empresarios el rol de los malos de la película. LO ÚNICO QUE SUCEDE ES QUE SE LES HA FACILITADO LA TAREA. ELLOS SE LIMITAN A SEGUIRSE SIRVIENDO CON LA CUCHARA GRANDE (HASTA DEJARLA VACÍA), PORQUE LA AUTORIDAD ASÍ SE LOS PERMITE.
No es una cuestión personal, o de virtudes o defectos. Incluso, no dudamos que ellos piensen que son altruistas y hacen Patria, y que (lejos de criticarlos), tengamos que considerarlos como Grandes Benefactores.
El mejor antídoto es que DEJEMOS DE SER HOMBRES Y MUJERES INVISIBLES. Exijamos a los tres niveles de Gobierno que hagan su tarea, y eduquémonos para evitar estos excesos.
Se han obtenido resultados verificables (a favor de la ciudadanía, el medio ambiente y el patrimonio cultural, entre otros factores) en Colombia, Brasil, Argentina y Chile. Los países centroamericanos cuentan con organizaciones fuertes y leyes justas que otorgan un lugar central al consumidor en todas las decisiones que tienen que tomarse y que lo involucran, para no hablar de Europa, los Estados Unidos, Canadá, Australia, Singapur...naciones similares en muchos casos a México, con aspiraciones como las que hoy nos animan.
Hay que globalizar las buenas prácticas, la ética y la impartición de justicia. No pedimos otra cosa.
Es una gran verdad sostener que nuestras empresas públicas y privadas, acabarán siendo las primeras en agradecérnoslo. Al final del día, y cuando haya justicia plena y reglas que no favorezcan a nadie, las habremos ayudado a ver la luz: a obtener ganancias justas, y a dar un servicio al mismo nivel que cualquiera de sus filiales en el mundo.
Ése es el gran reto, y la enorme oportunidad que ahora se nos presenta. No podemos desperdiciarla.
(Fuente: Google Images, 'Invisible Man')