La única vez que se me ocurrió llamar a Profeco, fue porque leyendo una nota periodística me enteré de que los gaseros no deben cobrar el tanque en que se almacena el gas que nos venden. Así, después de hacer coraje (más por el flagrante abuso que por los 800 pesos que pagué por un tanque de 30 litros) marqué al teléfono de dicho Instituto para averiguar qué debía hacer para que la compañía de gas me devolviera el importe.
Tristemente lo único que logré fue que quien me contestó al teléfono, muy amablemente, me dijera que mejor dejara el asunto por la paz, porque si bien las leyes me favorecían, en la práctica esa ley en específico no sirve para nada, puesto que de ganar el caso de cualquier manera la compañía de gas me pagaría el importe una vez terminado el contrato, es decir, cuando dejara de comprarles gas.
A mí esto no me molestaría tanto si no fuera porque el gas es un elemento absolutamente indispensable y que usamos a lo largo de toda la vida. Tengo por tanto varias opciones: 1. Me devuelven el importe el día en que me muera, 2. Me encarcelan por encender fogatas para cocinar dentro del Distrito Federal, 3. Me baño con agua fría y dejo de cocinar o 4. Sencillamente acepto lo abusivo de algunos servicios y lo absurdo de muchas leyes y sigo comprando gas como siempre.
Debo confesar que opté por la cuarta opción, sin embargo (y a favor de mi… ¿qué será?... ¿ciudadanía?) hice cierto esfuerzo por enmendar un ejemplo de situación que, sin duda, ocurre con frecuencia e impunemente a lo largo y ancho del país.
Ya entrados en confesiones, pues les cuento también que después del enojo y la frustración la situación me parece hasta chistosa. Resulta que uno habla como buen ciudadano a la única Institución que se supone protege al consumidor y resulta que el fulano que trabaja en dicha Institución cínicamente le dice que en realidad ellos no sirven para nada y que ni haga la lucha, porque al final todo esfuerzo es inútil.
En fin, es chistoso, pero también es frustrante, enojoso y deprimente, como tantas y tantas cosas en este maravilloso país